Muchas religiones,
entre otras las judeo-cristianas, basan sus principios morales en “el libre
albedrío”, es decir, el hombre es castigado por su creador a causa de sus decisiones
erradas, existiendo, no obstante algunos métodos más o menos complejos para
la redención de
las culpas de cada cual.
Pero….. ¿realmente tiene el hombre “libre
albedrío”? o es quizá un método de represión de los propios hombres, un sistema
más potente y sofisticado que el de la ley terrenal, Un instrumento con el que
controlar hasta el pensamiento del individuo haciéndolo responsable de sus acciones.
No tenemos nada
nuevo de que hablar sobre la importancia de nuestro material genético en
nuestros actos, la educación también pesa en nuestras decisiones, incluso
condiciones ambientales o cualquier otra influencia externa, hambre, frio,
miedo puede llevarnos a tomar una u otra opción por encima de nuestro propio
criterio; ¿somos realmente libres entonces?.
En definitiva,
la respuesta es muy compleja y depende más de lo que consideremos realmente
como libertad y el grado de sinceridad con el que nos miremos al espejo.
Estaremos de
acuerdo en que todos los seres vivos estamos hechos para recibir satisfacción y
para rehusar el dolor, una planta crece hacia el sol buscando la satisfacción
que le facilita la fotosíntesis, ¿si no fuera así crecería?, un perro da siete
vueltas antes de tumbarse buscando la postura más placentera, ¿si no fuera así
se movería?; incluso nuestros actos están condicionados por la búsqueda del
placer y la huida del dolor.
¿Por
qué voy a trabajar entonces?, por la promesa de la satisfacción del dinero a
fin de mes; ¿Por qué hago actos altruistas, hago favores o doy limosnas a
extraños?, porque sé que obtendré una gran satisfacción tras mi acto generoso.
Dos fuerzas mueven nuestros actos
como los de cualquier ser vivo, la que tira de nosotros “placer” y la que
empuja “dolor”; son los dos alambres que nos mueven como marionetas, por ellos
Dios dirige hasta el último de nuestros actos, por ellos respiramos, comemos,
dormimos, tenemos sexo y cualquier acción o decisión más o menos compleja que
se nos ocurra, meditada o no; O, ¿es que acaso pensábamos que “el creador” iba
a permitir que su creación perfecta quedara en manos de un ser tan
irresponsable como el hombre?.
Somos,
queramos o no, herramientas de su voluntad y aunque nos parezca que hacemos lo
que nos da la gana, “ni una brizna del campo se mueve sin la voluntad de Dios”.
Naturalmente, para los necios
que creen que esto es una maravillosa excusa para justificar sus barbaridades,
existen las leyes de los hombres que amenazan con “dolor” a aquellos que
pretenden pasarse de listos, de alguna forma hasta a esos Dios los tiene muy
bien sujetos.