Esta fábula pretende explicar lo mucho que nos perdemos cuando estamos enfrascados en nosotros mismos, cuando nos preocupamos tanto en nuestra propia vida que se nos olvida que formamos parte de un todo al que llamamos creación y que a su vez forma parte de Dios. Somos una gota de agua del océano, en el momento que nos separamos del resto somos insignificantes, pero cuando estamos conectados con el todo somos infinitos.
Bueno, sin más preámbulos vamos al cuento, espero que os guste y aprendáis algo de él.
EL SEÑOR BRAZO DERECHO:
Erase una vez, un cuerpo humano, un hermoso y completo cuerpo humano donde cada miembro tenía identidad propia. En él, a la altura del hombro, había un brazo; se llamaba Brazo Derecho, era largo, suave y blandito, contaba con un ante brazo, codo, brazo, muñeca, palma y dedos, era un brazo muy bien formado. Brazo Derecho vivía consciente de su independencia del resto del organismo al que trataba con cierta distancia, tenía su personalidad y forma de ser, hecho del que se sentía muy orgulloso y opinaba que cada cual debía apañarse por su cuenta como hacía él, sin molestar a nadie.
Su mejor amigo era Brazo Izquierdo, de configuración similar a el y aficiones muy parecidas, se encontraban a menudo, sobre todo en el trabajo donde eran compañeros, pero siempre terminaban discutiendo, pues sus ideas eran diametralmente opuestas y ninguno de ellos era capaz de darse a torcer. Procuraba no mezclarse mucho con las piernas, ya que eran de poco fiar y… para que engañarnos, eran extremidades inferiores y no tenia nada en común con ellas; con la vecina Cabeza si que le gustaba pasar largos ratos, era muy sabia y acariciarla era muy agradable. Ten presente que así como tú tienes cinco sentidos, vista, tacto, gusto, olfato y oído, Brazo Derecho solo contaba con el tacto para percibir las cosas, así que se comunicaba mediante caricias, apretones, palmadas o golpes y esas cosas que se hacen con los brazos para hacerse entender según el humor que del que se encuentren.
La cuestión es que Brazo Derecho no era muy feliz que digamos, su vida era bastante injusta, al menos según su criterio; se pasaba el día cargando, esforzándose mas que nadie y al final para nada, al día siguiente era lo mismo, mas peso, mas esfuerzo sin recompensa alguna por mucho hiciera; incluso una vez sintió un daño terrible poniéndole una vacuna, el dolor era tan fuerte que hasta le dieron temblores y total era para curar una infección en el pié que ni le incumbía y de poco sirvieron las protestas, la vida era muy desagradecida con el, ¿Por qué siempre le tocaba a el todo lo peor?; la vecina Cabeza, le había explicado que aunque no lo comprendiera, las dificultades que la vida pone en nuestro camino son por nuestro bien, que de alguna forma nos perfeccionan, que había algo mucho mas grande, inmenso, casi infinito que se llamaba persona, que lo dominaba todo, que sabía lo que hacía y que solo repartía bondad y amor entre todos los órganos del cuerpo, que todas sus acciones eran para un fin bueno que a menudo no sabíamos entender desde nuestra perspectiva personal. Pero Brazo Derecho solo podía sentir miembros similares a el y… si hubiera existido ese ser tan bondadoso y poderoso, no podría haber permitido tanto sufrimiento e injusticia como había por todas partes, y no solo el; hablando con otros miembros, le contaban que sus vidas eran igualmente de miserables y sin sentido concreto; ¿para que existir sin una razón clara?, ¿Solo para pasar lucha y trabajo?, vivir es tan solo una agonía sin fin. Suerte que alguna vez lo acariciaban haciéndole la existencia mas llevadera, pero la satisfacción pasaba rápido, las mas, tan solo encontraba cosas ásperas, rasposas, hasta punzantes o filosas que lo encolerizaban tanto.
Por estas cosas había mal estar entre los miembros del cuerpo, nadie se entendía, cada cual intentaba buscar su propio beneficio por encima del de su prójimo, su manera de sentirse mejor, de realizarse. Las piernas solo querían que las acariciaran y jamás tenían suficiente, cada brazo solo quería ser acariciado y claro, no había nadie para acariciar, estando todos ocupados en exigir caricias. Cada vez iba todo de mal en peor y como es natural el cuerpo enfermó gravemente, pero como cada cual solo pensaba en el, no le importaba demasiado lo que le pasara a los otros, seguro que eran los demás los responsables del mal, bastante tenía con resolver sus problemas que eran muchos, sobre todo la fiebre y el mal estar que hacían estragos y para mas problema la sangre que llegaba por las venas no alcanzaba para casi nada.
Como es natural, al final, tras una acalorada discusión donde todos gritaban, hubo una pelea, una pelea tremenda; de poco sirvieron los razonamientos de la Señora Cabeza; hubo golpes, patadas, arañazos y mordiscos para dar y vender.
Estaba tan harto Brazo Derecho de que el señor Tórax bombeara la sangre que el necesitaba a las piernas que para nada se merecían tanto suministro, a las que además odiaba por su egoísmo y arrogancia, que lo cogió y lo apretó por el pecho con todas sus fuerzas ofuscado por la rabia. Cual fue su sorpresa que, lejos de defenderse, el señor Tórax, solo hacía Pom-Pom, Pom-Pom, Pom-Pom….. era para el una vibración familiar, siempre la había sentido, desde Bebé, quizá incluso antes, cada vez que había tocado otro miembro del cuerpo era la misma música, exactamente el mismo ritmo, hasta el lo tenía por dentro; ¿Qué estaba ocurriendo?. Apresurado se dirigió a la señora Cabeza y lo tocó en las sienes, la misma melodía, acudió a su aliado Brazo Izquierdo y lo palpó en la muñeca, igual, hasta verificó en los tobillos de sus archienemigos las piernas enfrascadas en patalear, lo mismo. Atónito se dirigió a su costado para intentar comprender por que ocurría eso, le comento su hallazgo al atónito brazo izquierdo y ambos recorrieron el contorno de todo el cuerpo buscando donde terminaban unos y empezaban los otros, encontrándose arriba del todo sin encontrar límite alguno que los separara entre si; por allí vivía la señora Cabeza a quien emocionados le contaron el descubrimiento de que eran todos uno solo y que sus identidades eran pura ficción, que sus diferencias solo servían para completar el conjunto que formaba el cuerpo completo; entonces ella frunció el ceño y con voz potente dijo a todos, ¡parad la pelea!, debo meditar, mañana hablaremos de este sorprendente descubrimiento.
Al día siguiente había mucha expectación, corrieron muchos rumores sobre lo ocurrido y lo que podía significar, lejos de apaciguar los ánimos, eso había aumentado aun más las discusiones y las diferencias entre todos, había versiones para todos los gustos; por suerte todos respetaban a la Señora Cabeza y reconocían su sabiduría, así que si alguien podía explicarlo era ella.
Con la autoritaria voz que la caracterizaba, se dirigió a los congregados.
Miembros del cuerpo, guardad silencio, pues lo que os voy a decir es muy importante para todos. La enfermedad que todos sufrimos, la falta de sangre, el sufrimiento, no es culpa de nadie en concreto, es culpa de todos y cada uno de nosotros y solo si cada cual cede podremos acabar con ella, como individuos no somos nada, nada en absoluto.
Se miraron unos a otros incrédulos, rumoreando si quizá en la lucha la Cabeza se había llevado un mal golpe.
¡Silencio!, No hay individuos, somos parte indispensable del cuerpo y solo cuando el cuerpo funcione adecuadamente, cuando todos y cada uno cumplamos las misiones para las que existimos podremos recibir la satisfacción del todo, no un placer egoísta como las caricias personales que solo nos producen felicidad temporal, si no la satisfacción de formar parte de algo mucho mayor, algo casi infinito, la Persona en toda su gloria. Al dejar de solo ser piernas, podremos ser a la vez cabeza y ver, oír, gustar, oler, al dejar de ser brazos podremos caminar. Dejemos atrás lo que nos separa, que no es mas que una mentira, una ficción creada para justificar el individualismo; abrámonos al todo, entremos en una nueva vida donde comprenderemos el por que de nuestra existencia, dejando atrás el yo de cada cual, superemos el “ego” que nos lastra para una comprensión universal.
Tras unos instantes de silencio absoluto, se escuchó un grito al fondo, donde las extremidades inferiores diciendo “puedo ver”, otro al centro “puedo oír”, el griterío jubiloso se extendía de un confín al otro del cuerpo.
Como por arte de magia, Brazo Derecho comenzó a percibir un mundo nuevo, era capaz de ver, los molestos pinchos que crispaban sus nervios se convirtieron en partes de una maravillosa rosa roja de perfumado aroma, pues el olfato era otro sentido que jamás tuvo a su alcance, era capaz de percibir las cosas desde el todo y podía comprenderlas por completo gracias a una perspectiva mucho mas amplia, por encima de su experiencia de brazo. Con los nuevos ojos humedecidos por la emoción, se contemplaba extasiado por la maravilla del cuerpo, las preciosas piernas que siempre había despreciado, sus suaves curvas, los regordetes dedos de los pies; hasta a si mismo en esplendoroso conjunto formando un cuerpo, un ser, todos ellos encontraron a la Persona de la que formaban parte, la entidad superior de la que les hablaba la Señora Cabeza y que estaba compuesta de todos ellos, por fin sabían la verdad del sentido de su propia existencia y por ella la felicidad, ilimitado placer que regocija a todo el cuerpo a la vez; Este nuevo sentimiento era tan intenso que no pudieron por mas que ponerse a bailar, reír y aplaudir hasta la extenuación.
No hace falta que te cuente que automáticamente bajo la fiebre, el malestar, las rencillas y todo aquello que los separaba, alcanzando juntos, como el “Uno” que eran, la perfección imposible desde la individualidad.
FIN
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